Diosas de las Sombras
"Grandes enigmas y misterios de la humanidad"
Mitología, hechicería, literatura, historia, arte, ciencia y filosofía.


Diosas de las Sombras es un portal gótico que va en búsqueda de la investigación de aquellos grandes enigmas y misterios de la humanidad.

En este blog podrás encontrar noticias e información sobre filosofía, psicología, arte, literatura, arqueología, ciencia, mitología y muchas cosas más...


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La isla que emergió para luego desaparecer

Pintura de un autor británico anónimo
sobre la isla (1831).
El 28 de junio de 1831, la costa occidental de la isla mediterránea de Sicilia se vio sacudida por un fuerte terremoto, que se dejó sentir también en el mar, de modo que hasta hubo quien creyó que su barco había encallado.

Durante los siguientes días, las aguas sicilianas continuaron agitadas. Afloraban a la superficie peces muertos, y se percibía un intenso olor a azufre. Además, se fue depositando piedra pómez en las playas.

El 10 de julio, el capitán Giovanni Corrao, que surcaba el Mediterráneo en su bergantín napolitano Teresina, contempló un cuadro insólito: una enorme columna de agua y humo que se alzaba 20 metros sobre el mar, acompañado de un estruendo atronador.

Fernando II, rey de las Dos Sicilias, ordenó que el Etna, un buque de guerra, investigara lo ocurrido. Las noticias de suceso también llegaron a Malta, entonces bajo dominio británico. Para que nadie se le adelantara, el vicealmirante británico a cargo de aquella isla, sir Henry Hotham, también despachó varias naves a fin de trazar la posición exacta en las cartas de navegación y averiguar la naturaleza del fenómeno.

Lo que sucedió fue que el 19 de julio de 1831, entre Sicilia y la costa africana había nacido una isla, producto de una erupción de un volcán submarino. El comandante Charles Swinburne, que bordeaba el extremo occidental de Sicilia en el balandro británico Rapad, divisó una columna alta e irregular de humo o vapor de un color blanco intenso, así que se dirigió de inmediato hacia ella. Al caer la noche observó destellos y erupciones en la columna, que se distinguía perfectamente a la luz de la luna. Al amanecer, cuando el vapor se había disipado un poco, apareció ante él un pequeño montículo oscuro a solo unos metros por encima del agua.

En menos de un mes, la isla ya tenía 65 metros de altura y 3,5 kilómetros de circunferencia. Según lo que informó el Malta Government Gazette, este fenómeno suscito gran revuelo en las islas cercanas de tal forma, que acudieron muchas personas.

Entre las mismas se encontraba el profesor Friedrich Hoffmann, un geólogo prusiano que realizaba investigaciones en Sicilia. Se acercó a un kilómetro de la isla, a la que logró ver con increíble claridad. Sin embargo, temiendo por su integridad física, declinó la oferta de desembarcar.

Menos precavido fue el capitán Humphrey Senhouse, quien, según lo que cuentan en las crónicas, el 2 de agosto plantó la bandera británica en la isla y la llamó Graham, por sir James Graham, primer lord del Almirantazgo.

La Universidad de Catania en Sicilia mandó a Carlo Gemellaro, profesor de Historia Natural, a estudiar la isla, a la cual pauso el nombre de Ferdinandea, en honor a Fernando II. Este monarca, sin dejarse amedrentar porque ya ondeara una bandera en ella, la anexionó oficialmente a su reino, pese a encontrarse fuera de aguas territoriales sicilianas.

Los últimos en aparecer fueron los franceses. El geólogo Constant Prévost también colocó la bandera de su país en la isla, a la que llamó Julia en atención al mes del surgimiento. Según sus palabras, con ese gesto quiso anunciar a los futuros visitantes que Francia no deja pasar ni una oportunidad de interesarse por la ciencia.

Las disputas territoriales se recrudecieron. Según un artículo reciente del Times de Londres, Gran Bretaña, Italia y Francia estuvieron al borde de la guerra por esta diminuta porción de tierra.

El conflicto que suscitó el nuevo territorio llamado Julia, Ferdinandea o Graham no duró mucho tiempo. Tras observaciones como la de Friedrich Hoffmann, tras visitar en septiembre el territorio, se verifico que la isla se estaba hundiendo poco a poco y que podía desaparecer en pocos meses.

En diciembre la isla ya se hallaba a pocos metros bajo el agua, lo que la convertía en un peligroso arrecife. Según lo que escribió el vulcanólogo italiano Giuseppe Mercalli:

Todo lo que quedó de Julia se reduce a los nombres aportados por los afortunados viajeros de varios países que fueron testigos de su espectacular formación y desaparición.


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